Alguna vez, Ingres afirmó, con un poder de síntesis extraordinarlo, que el dibujo era la probidad del arte. Desde entonces, ese concepto se ha convertido en axiomático, aún en los momentos de mayor efervescencia polémica en torno a la expresión visual, en mitad inclusive de las búsquedas más osadas. Es indudable que Susana Marenco lo sabe, lo ha aceptado y lo ha incorporado a su experiencia plástica, al inquieto proceso que la ha llevado en estos momentos a la investigaci6n abstracta. En la que esa inicial aceptación de los rigores dibujisticos, está sin duda tan presente como en sus interesantes ejercicios iniciales, en sus estudios de taller, las figuras o las naturalezas muertas en las que ha ido templando sus propuestas posteriores. Susana cursó la “Prilidiano Pueyrredón”, pero, a diferencia de otros compañeros suyos, no se incorporó posteriormente al taller de ningún maestro. Acaso desconfiara de la aptitud docente de algunos muy buenos artistas, incapacitados sin embargo pare acercarse al discípulo sin influenciarlo, buscando solo un cuestionable epigonismo. Recluída en su taller, la joven artista estudió, observó, trabajó, consciente de sus objetivos expresivos, dueña absoluta de sus búsquedas, preocupada por el constante afinamiento de sus medios, de sus recursos formales. De los estudios que he tenido la oportunidad de observar —una figura femenina, sentada, fuerte en su planteo, sentido en la resolución del trazo, acaso sea lo más interesante de esta etapa— Susana Marenco se volcó a las temperaturas de un expresionismo hacia cuyas exasperaciones la llevaban una experiencia de carácter automático. La vieja lección de Leonardo sobre la necesaria observación de las manchas en la pared, la trasladaba la pintora a la tela, buscando encontrar en la “tache’ incontrolada, gestual la imagen no buscada, sino sugerida. Pero ya en esa corrección de lo meramente casual, en esa especie de metamorfosis en busca de la superficie, comenzaba a intervenir el sentimiento casi atávico del dibujo que define el trabajo de Susana Marenco. Y lo mismo está sucediendo ahora en que la figura ha desaparecido totalmente de sus cuadros, suplantada por haces de largos trazos que dinamizan la tela en recorridos de color mucho más alto que en las etapas anteriores, haces casi lumínicos que se desplazan sugiriendo el movimiento, sobre superficies quietas, casi reflexivas.
OSIRIS CHIERICO ( marzo de 1990)